Croacia, un ejemplo más de integración europea exitosa
Hace treinta años, Croacia era un país recientemente independiente, inmerso en la guerra de la antigua Yugoslavia. El próximo 1 de julio celebrará su décimo aniversario como miembro de la Unión Europea (UE) y el pasado 1 de enero se convirtió en el vigésimo Estado miembro en introducir el euro como moneda oficial y también fue admitido en el espacio Schengen, en cuyo interior se puede viajar sin controles fronterizos. Éste ha sido el resultado de un largo proceso que vio el país tras presentar su candidatura a la UE, hace veinte años, en 2003, recibir el estatus oficial de país candidato un año más tarde y abrir negociaciones en 2005 (tuve el privilegio de participar en este histórico evento), que culminaron con la firma de su tratado de adhesión en diciembre de 2011.
El estatus de candidato reconoce el cumplimiento de criterios básicos: la existencia de instituciones estables que garanticen la democracia, el Estado de derecho, el respeto de los derechos humanos y de las minorías; una economía de mercado capaz de integrarse al mercado único europeo y la capacidad del país para asumir las obligaciones derivadas de la adhesión. Las negociaciones de adhesión sirven para pasar revista a todos los aspectos de la preparación del país y brindarle el apoyo técnico y financiero necesario, en particular para reforzar las capacidades de su administración pública. En caso necesario, se negocian periodos de transición. Sin embargo, la regla general es que cada nuevo miembro debe conformarse con todos y cada uno de los principios y normas de la Unión. En cada etapa del proceso de adhesión se requiere una propuesta de la Comisión Europea y un acuerdo unánime de los 27 Estados miembros en el seno del Consejo Europeo.
El camino exitoso que ha seguido Croacia se parece al que siguieron en su momento otros nuevos integrantes como Rumania, Polonia, República Checa o, anteriormente, España o Irlanda. En total, son 21 Estados los que se han unido progresivamente a los seis países fundadores y que han experimentado un desarrollo socioeconómico acelerado. Ello demuestra la fuerza integradora de la UE y su capacidad para estabilizar, acoger y enriquecer a nuevos miembros.
En este mismo camino se encuentran actualmente otros nueve países candidatos, cada uno con su propia dinámica y perspectivas diferentes. 2022 fue un año particularmente importante con el otorgamiento del estatus de candidato a cuatro países: Georgia, Moldavia, Ucrania y Bosnia-Herzegovina. Como lo demuestra una vez más el ejemplo de Croacia, el camino puede ser largo, pero es exitoso y muchas veces porque es largo es que también es exitoso. Por otra parte, es totalmente voluntario: la UE no obliga a ningún país a emprenderlo y, de hecho, unos pocos han preferido quedarse fuera.
Esta fuerza de atracción es una de las mejores pruebas del éxito del proyecto de integración europea. Lo reconocen también los ciudadanos de los actuales Estados miembros. Desde el voto de 2016 que dio lugar a la salida del Reino Unido, y pese a la presencia importante de fuerzas políticas “euroescépticas”, el apoyo a una salida similar de la UE en otros Estados miembros, que por cierto siempre fue minoritario, ha colapsado: hoy, con una sola excepción, dicho apoyo no rebasa en ningún país el 20% y en la gran mayoría no llega al 10 por ciento. Frente al covid-19, a la crisis climática, a la invasión rusa en Ucrania y sus consecuencias socioeconómicas, una mayoría aplastante de ciudadanos de la UE llega a la misma conclusión que los países candidatos: es mejor estar dentro de la UE que fuera de ella. Esta realidad representa, sin embargo, un reto constante para la UE que no podemos descuidar: debemos estar a la altura de las grandes expectativas de la ciudadanía europea.
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