El agua potable mejoró mi vida

30.09.2020

Juntos por Nicaragua, Unión Europea impulsa proyecto para la protección del medio ambiente y el desarrollo rural en comunidades de Chontales.

“Durante 27 años pasé recolectando agua para los quehaceres de mi casa y las necesidades de mi familia. Iba de pozo en pozo buscando el vital líquido, y en los últimos años, ya con seis hijos, me tocaba ir en bestia (a caballo) o caminar hasta tres horas para obtener 10 galones de agua.  Esto era todos los días.

No era agua limpia la que encontraba, pero no había de otra en Zanzíbar, la comunidad donde me crie, ubicada a 40 kilómetros de San Pedro de Lóvago, en Chontales.

Cumplí los 45 años y seguía en las mismas. Fanny Urania Cruz- me decían mis vecinos- buscar agua es un desafío para todos. Y así era, lo peor es que estaba contaminada.

Cada semana nos enfermábamos del estómago, nos daba gripe y dolores de cabeza. Los niños siempre estaban con parásitos En mi caso iba por lo menos tres veces al año al centro de salud, otras familias iban más seguido. Incluso hasta de los zancudos nos teníamos que cuidar, porque en los pozos siempre abundaban.  Además, teníamos que hacer rendir el agua para poder lavar los trastes (utensilios de cocina), la ropa, cocinar y bañarnos.

 

El primer “chorrito” de agua en su cumpleaños

Pero nuestra vida mejoró cuando llegó el proyectoPromoviendo un municipio verde con una gestión pública participativa e incluyente en San Pedro de Lóvago”, que benefició a 44 familias incluyendo a la mía.  El proyecto fue ejecutado por las autoridades municipales, Oikos y Renovables, con apoyo de la Unión Europea.

Ellos nos proporcionaron los equipos y los técnicos. Nosotros zanjeamos la ruta y uno de los comunitarios donó el terreno donde está la fuente de agua.  

El primer chorrito de agua, no lo olvido. Me llegó el 12 de septiembre pasado, el día de mi cumpleaños número 46, a las 12 del mediodía. Recuerdo que teníamos visitas y andábamos atendiéndolos, cuando de repente vi el chorrito, corrí y fui a probarlo ¡tomé un trago de agua! Fue un gran regalo. Me sentí alegre y mi hijo pequeño me dijo: mamá ahora vamos a descansar.  Así fue.

Desde hace tres meses, hago la comida, lavo mis trastes y mi ropa sin tener que caminar tanto, y   vendo mis 30 fresquitos (refrescos) en la capilla con agua limpia.  Bañarse tampoco es un problema, porque lo podemos hacer todos los días en la finquita.  El agua nos da hasta para el cultivo de granos básicos y el ganado.

Ya mis padres no pudieron ver esta gran bendición, pero al menos yo, mis hijos y mis nietos la estamos logrando. Mi vida mejoró. Ahora solo nos toca cuidar el agua limpia que tenemos, pensando en nuestra vejez, seguir reforestando la fuente y no contaminarla”.