Mujeres nicaragüenses de zonas vulnerables enfrentan impacto económico de la pandemia con apoyo de la Unión Europea

En total el proyecto benefició a 22,307 personas, incluyendo 6,806 niñas, niños y adolescentes; 9,087 jóvenes y 2,662 personas con discapacidad de las zonas de Estelí, Jinotega, Managua y el Caribe del país.

Cuando la pandemia del COVID-19 golpeó Nicaragua, la vida se puso cuesta arriba para Joeysi Vanessa Rodríguez Tórrez, emprendedora del departamento de Estelí. Ella fue afectada por el recorte de personal de su empresa, su esposo falleció, y su emprendimiento de piñatas y decoraciones con globos, no generaba ingresos suficientes para mantener a sus hijos y a su mamá. Sin embargo su vida cambió, gracias al proyecto “Comunidades Resilientes” que promovía actividades de mitigación del impacto económico de la pandemia, mediante la entrega de capital semilla para emprendimientos y huertos familiares. Esta iniciativa financiada  por la Unión Europea (UE), le permitió a Joeysi tener éxito y salir adelante con una floristería.

El proyecto benefició a 22,307 personas, entre las que se cuentan 13,183 mujeres y 9,124 hombres, incluyendo 6,806 niñas, niños y adolescentes; 9,087 jóvenes y 6,415 adultos; y 2,662 personas con discapacidad. Las acciones se desarrollaron en las zonas de Estelí, Jinotega, Managua y en las Regiones Autónomas de la Costa Caribe, entre el 23 de julio de 2020 y el 23 de abril de 2022.

“Me han ayudado para que en mi emprendimiento sea un poco más fácil la elaboración de todo lo que hago. También recibí el beneficio del huerto, con todas las herramientas que nos dieron me ayudó bastante con la floristería”, expresó Joeysi.

Otras mujeres, como Luz Karelia López Castillo, también de Estelí, decidieron cubrir sus necesidades económicas inmediatas a través del cultivo de huertos con apoyo del proyecto. Ellas recuerdan que el inicio no fue fácil, pero lograron su meta con perseverancia. “Al principio me daba pena asistir a los talleres, pero cuando me fueron entregando las semillas, le fui poniendo amor a esto, a mi trabajo, a lo que hago”, recordó Luz Karelia, madre soltera con un hijo diabético y una niña con anemia.

“Todo esto me ayuda. Lo que he cosechado, lo he compartido con mis amistades. He aprendido mucho con el proyecto, nos han capacitado. Agradezco a EDUCO y la Unión Europea por todo lo que han hecho por nosotros”, dijo Luz Karelia. De no saber nada de huertos, ella pasó a cultivar cuatro cosechas de lechuga, rábano, tomate y chiltoma. “Yo quiero seguir. Ahora cosecho poco, pero puedo sacar más y podría vender. Esto es una ayuda, si uno produce no tiene que ir a comprar”, manifestó.

Mujeres con valor

Belkis Chavarría Quintero tenía experiencia con flores y no quería desprenderse de éstas, menos en un momento de su vida en que la agobiaban los problemas personales. “A veces como mujeres nos andamos quemando por dentro, pero nuestra cara parece que no lo fuera… Muchas veces te dicen que uno no vale como mujer”, confiesa. Sin embargo, con el proyecto las cosas cambiaron para Belkis. “Yo pensé: Solamente son las semillas para sembrar, preparamos la tierra y eso, pero ¿dónde voy a poner mis plantas?, porque todo estaba ocupado (…) Nadie se lo imaginaba, para todos fue una sorpresa, nos entregaron una caja de herramientas, pala, azadón, rastrillo, todas las herramientas para trabajar. Fue algo increíble, venían plantas grandes, aguacate, orégano, menta y todas las plantitas que nos traían. Las fui acomodando en mi patio y comencé a reciclar y reciclar”, relata Belkis.

Luz Karelia resalta que el aprendizaje ha sido integral. “Nos han enseñado cómo combatir las plagas y cómo hacer abono con los residuos que uno tiene de las frutas, verduras y las lombrices. Es algo muy bonito. Yo me acuerdo cuando empezaron a dar las semillas para los huertos, yo estaba enferma de estrés. A medida que fui cultivando mis plantitas, yo le daba tanto amor que hasta se me olvidaba que estaba enferma. Uno se desestresa, eso le ayuda a uno. Yo amo lo que hago. Mucha gente cuando pasa me dice, que bonito tenés el huerto, eso le ayuda a uno”, sostiene.

Belkis recuerda que fue lindo “cuando mis plantitas nacieron y se integraron mis niños. Ellos me decían: Mami, mami aquí está naciendo tal semilla, aquí está naciendo la otra, y me decían: Estas plantas se te van a llenar de plagas, aquí está cerca la tabacalera, se van a llenar de mosca blanca. Pero cuando llegué al primer taller del proyecto, me enseñaron cómo hacer abono orgánico, insecticida y todo eso. Hice el veneno y me resultó, los frutos eran algo pequeños, al principio no fue lo que esperaba, pero ya la segunda cosecha fue muy bonita”.

Beneficios trascienden siembra y cosecha

“También nos han dado capacitación para saber administrar nuestro negocio, administrar todo lo que tiene que ver con nuestra economía familiar, y me ha servido bastante”, recuerda por su parte Joeysi. “Les agradezco mucho, porque están escuchando nuestras historias, les agradezco a todos los que tienen que ver con el proyecto, porque les dan una oportunidad a las mujeres para que sean más empoderadas y no necesiten de otras personas, para que seamos nosotras mismas las que podamos salir adelante, solas con nuestros hijos”, comentó Joeysi.

En el caso de los los niños, niñas, jóvenes y adolescentes de la organización local Tutkan Sirpi de Jinotega, por medio del proyecto desarrollaron un programa de radio y televisión “Hablando con la niñez” y una campaña informativa en redes sociales para promover la resiliencia ante la pandemia.

“Nuestro deber es informar a menores y adultos, entonces comenzamos a realizar producciones diciéndoles a las personas que debíamos usar mascarillas y así informar sobre la pandemia… Hacíamos producción de programas como ¿Sabías que…? Decíamos que es importante usar la mascarilla, hacíamos spots. Como niños y adolescentes quisimos transmitir a las personas afectadas por COVID-19 un mensaje de aliento, porque tenían que estar aisladas. Les transmitimos que no se deprimieran, que pronto podían salir de esto”, rememoran con entusiasmo.