Las sanciones contra Rusia están funcionando
Desde la brutal invasión de Ucrania por parte de Rusia, la UE ha adoptado seis paquetes de sanciones contra Moscú, y estamos a punto de finalizar un paquete de «mantenimiento y armonización» para aclarar una serie de disposiciones a fin de reforzar la seguridad jurídica en beneficio de los operadores y armonizar las sanciones de la UE con las de nuestros aliados y socios del G7. A día de hoy, nuestras medidas van dirigidas ya contra casi 1 200 personas y cerca de 100 entidades en Rusia, así como contra un número significativo de sectores de la economía rusa. Estas sanciones se han adoptado en estrecha coordinación con los miembros del G7, y el hecho de que más de cuarenta países, incluidos países tradicionalmente neutrales, también hayan adoptado estas medidas restrictivas, o medidas similares, aumenta su eficacia.
La sanciones requieren paciencia estratégica ya que pueden tardar mucho tiempo en surtir el efecto deseado.
Ahora, según la guerra se va alargando y los costes de la energía aumentan, los ciudadanos de Europa y de otros lugares preguntan si estas sanciones están funcionando o si los efectos colaterales son demasiado grandes. Sin subestimar los diferentes problemas que pueden surgir, incluidos los intentos de eludirlas, las sanciones siguen siendo un importante instrumento de acción política. Pero sin duda hay que utilizarlas de manera muy selectiva y, sobre todo, se necesita paciencia estratégica ya que las sanciones pueden tardar mucho tiempo en surtir el efecto deseado.
Una de las principales sanciones adoptadas consiste en dejar de comprar a Rusia el 90 % del suministro de petróleo de la UE de aquí a finales de 2022, y privar así a Moscú de los ingresos correspondientes. Es verdad que Rusia puede vender su petróleo en otros mercados, sin embargo, esta ventaja tiene sus límites ya que Rusia está obligada a conceder importantes descuentos por cada barril (el petróleo ruso se vende a unos 30 dólares por debajo de la media mundial). Además, y quizás sea esta la cuestión más importante, este embargo gradual del petróleo y la reducción de las importaciones de gas liberan a Europa de su dependencia energética de Rusia. Llevamos años debatiendo esta cuestión en la UE, pero ahora estamos actuando.
Reducir nuestra dependencia energética estructural de Rusia es muy importante porque esta dependencia ha sido un obstáculo a la hora de definir una política europea firme frente a las acciones agresivas de Moscú.
Reducir nuestra dependencia energética estructural de Rusia es muy importante porque esta dependencia ha sido un obstáculo a la hora de definir una política europea firme frente a las acciones agresivas de Moscú. Es probable que esta dependencia influyera en los cálculos iniciales de Putin en Ucrania. Es posible que creyera que la UE nunca sancionaría seriamente a Rusia por su excesiva dependencia energética. Este es uno de sus mayores errores al iniciar esta guerra.
Por supuesto, esta desvinculación acelerada respecto de la energía rusa implica costes elevados para varios países y sectores, que tendremos que afrontar. Sin embargo, es el precio a pagar para defender nuestras democracias y el Derecho internacional. Debemos abordar estas consecuencias reforzando nuestra solidaridad interna y es lo que estamos haciendo. Al acabar con su dependencia energética, en consonancia con su ambición climática, la UE está aprendiendo que la interdependencia no siempre es un instrumento neutral y beneficioso para todos, ni un medio para garantizar unas relaciones internacionales pacíficas. La guerra en Ucrania ha confirmado que la interdependencia puede utilizarse a modo de arma.
Esta desvinculación acelerada respecto de la energía rusa implica costes elevados para varios países y sectores, que tendremos que afrontar. Sin embargo, es el precio a pagar para defender nuestras democracias y el Derecho internacional.
¿Están las sanciones perjudicando realmente a la economía rusa? Algunos observadores han argumentado que no son muy eficaces porque el tipo de cambio de la moneda rusa está muy alto. Pero esta interpretación es dudosa. El tipo de cambio del rublo simplemente refleja que Rusia presenta un enorme desequilibrio entre el elevado volumen de exportaciones de petróleo y gas y el desplome simultáneo de las importaciones como consecuencia de las sanciones. Este excedente comercial no es una señal de buena salud económica, especialmente para una economía como la rusa. Si bien exporta materias primas sin transformar, Rusia debe importar muchos productos de alto valor que no fabrica. En cuanto a los productos de tecnología avanzada, Rusia depende de Europa en más del 45 %, de Estados Unidos en el 21 % y de China en solo el 11 %. Naturalmente, Rusia puede tratar de limitar los efectos de las sanciones sustituyendo las importaciones por productos nacionales. Así lo hizo, no sin éxito, en el sector agrícola después de las sanciones de 2014. Sin embargo, en el caso de los productos de alta tecnología, sustituir las importaciones es mucho más difícil de lograr.
Rusia intentará sustituir las importaciones por productos nacionales. Así lo hizo, no sin éxito, en el sector agrícola después de las sanciones de 2014. Sin embargo, en el caso de los productos de alta tecnología, es mucho más difícil de lograr.
Las sanciones contra las importaciones de semiconductores, por ejemplo, repercuten directamente en las empresas rusas que fabrican productos electrónicos de consumo, ordenadores, aviones, coches o equipamiento militar. En este ámbito, evidentemente crucial con respecto a la guerra en Ucrania, las sanciones limitan la capacidad de Rusia para producir misiles de precisión. Sobre el terreno, el ejército ruso no está utilizando mucho este tipo de misiles guiados de precisión, no por moderación, sino por necesidad, ya que no tiene suficientes. Asimismo, la fuerza aérea rusa no ha tenido buenos resultados en Ucrania, también por carecer de municiones guiadas de precisión.
El sector automovilístico es otro que está notando mucho los efectos de las sanciones. Casi todos los fabricantes extranjeros han decidido retirarse de Rusia y, el pasado mes de mayo, la producción era un 97 % menor que en 2021. Además, los pocos automóviles que los fabricantes rusos siguen produciendo no dispondrán de airbags ni de cajas de cambios automáticas.
La industria petrolífera rusa sufrirá
Rusia, como segundo productor mundial de petróleo, sigue obteniendo grandes ingresos por la venta de su petróleo a escala mundial, principalmente a clientes asiáticos, lo que la ayuda a seguir financiando la guerra. No obstante, con el tiempo, la industria petrolífera rusa sufrirá no solo por la retirada de los operadores extranjeros, sino también porque le resultará cada vez más difícil acceder a tecnologías sofisticadas, como la perforación horizontal. De hecho, su capacidad para poner en producción nuevos pozos será limitada, lo que provocará un descenso de la producción. Por último, está el sector de las aerolíneas, que desempeña un papel muy importante en un país tan extenso. Alrededor de 700 de las 1 100 aeronaves civiles rusas son de origen extranjero. Rusia tendrá que sacrificar una parte importante de su flota para obtener piezas de recambio a fin de que los aviones restantes puedan volar. Incluso las aeronaves fabricadas en Rusia dependen de la tecnología y de los materiales procedentes de países occidentales. Como escribió recientemente Alexander Morozov, jefe del departamento de investigación del Banco Central de Rusia: «Las restricciones provocarán una disminución de la sofisticación en los ámbitos de la tecnología y la ingeniería, así como un descenso de la productividad de la mano de obra en los sectores afectados por las sanciones. Los sectores que dependen de las tecnologías extranjeras más avanzadas y aquellos con procesos operativos altamente digitalizados corren el riesgo de verse más afectados que otros».
Se podría ampliar la lista con otros factores importantes: la pérdida de acceso a los mercados financieros; la desconexión de Rusia de las principales redes mundiales de investigación, como el CERN, por ejemplo; la fuga masiva de cerebros de las élites rusas, con miles de profesionales altamente cualificados que han abandonado el país. Los efectos de estos movimientos no son inmediatamente visibles. Sin embargo, el aislamiento científico, económico y tecnológico de Rusia supone una gran pérdida para el país a medio plazo.
El aislamiento científico, económico y tecnológico de Rusia supone una gran pérdida para el país a medio plazo.
Por mucho que Moscú afirme que sus relaciones con numerosos países permanecen intactas, en realidad las sanciones contra Rusia también están perjudicando su comercio con países que no aplican sanciones, como China. La alternativa que ofrece China a la economía rusa sigue siendo realmente limitada. Si bien Pekín parece querer hacer un gesto ideológico posicionándose del lado de Moscú, negándose a condenar su invasión o adoptando el relato ruso sobre la amenaza de la OTAN, en general es más bien prudente a la hora de ayudar a Rusia a eludir las sanciones. Aunque sus importaciones desde Rusia han aumentado (principalmente por el incremento de las importaciones de energía), las exportaciones chinas a Rusia han disminuido en proporciones equiparables a las de los países occidentales. Aunque no lo admita públicamente, a China probablemente le preocupa que esta guerra pueda reforzar la posición de Estados Unidos no solo en Europa, sino también en Asia, con el firme apoyo de países como Japón y Corea del Sur en la respuesta a la agresión rusa. Esto no es exactamente a lo que aspira China.
Por ello, los últimos datos sobre Rusia publicados por el Banco Central de Rusia indican que, en junio, las transacciones a través del sistema de pago ruso eran un 7,2 % menores que en el primer trimestre de 2022. Es un indicador en tiempo real de la fuerte desaceleración de la economía rusa. Naturalmente, la pregunta más importante es la siguiente: ¿las sanciones y sus efectos reales harán que Putin modifique sus cálculos estratégicos? Y, de ser así, ¿cuándo? A este respecto, debemos ser cautos y reconocer que sus acciones siempre han estado desvinculadas de las consideraciones económicas. Putin cree en el poder mágico del voluntarismo político. Sin embargo, esto no puede durar para siempre. Por ello, Europa tiene que dar muestras de paciencia estratégica. La guerra será larga y la prueba de resistencia se prolongará. No tenemos otra opción. Permitir que Rusia se imponga significaría permitir que destruya nuestras democracias y los fundamentos mismos del orden mundial basado en normas internacionales.
Europa tiene que dar muestras de paciencia estratégica. La guerra será larga y la prueba de resistencia se prolongará. Permitir que Rusia se imponga significaría permitir que destruya nuestras democracias y los fundamentos mismos del orden mundial basado en normas internacionales.
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Aunque las sanciones no cambien la trayectoria rusa a corto plazo, esto no significa que sean inútiles, ya que afectan a gran parte de los recursos que tiene para hacer la guerra. Sin las sanciones, Rusia, como dice la expresión, estaría soplando y sorbiendo. Con las sanciones, se verá obligada a «elegir entre la mantequilla y las armas», atrapando a Putin en un círculo vicioso que se va estrechando poco a poco
Por último, también quisiera plantear aquí la cuestión de las consecuencias, reales o supuestas, de nuestras sanciones sobre terceros países, en particular los países africanos, que dependen del trigo y de los fertilizantes rusos y ucranianos. Aquí queda muy claro dónde recae la responsabilidad de la crisis alimentaria. Nuestras sanciones no se aplican a las exportaciones rusas de trigo o fertilizantes. Y hasta la fecha, lo que impide a Ucrania exportar su trigo es la agresión de Rusia y su bloqueo del mar Negro. No obstante, esperamos que las negociaciones lideradas por el Secretario General de las Naciones Unidas permitan resolver rápidamente este asunto. He informado a mis homólogos africanos de que estamos dispuestos a ayudarlos ante cualquier dificultad que puedan encontrar en relación con nuestras sanciones, al tiempo que les insto a no dejarse engañar por las mentiras y la desinformación de las autoridades rusas sobre este tema.
He informado a mis homólogos africanos de que estamos dispuestos a ayudarlos ante cualquier dificultad que puedan encontrar en relación con nuestras sanciones, al tiempo que les insto a no dejarse engañar por las mentiras y la desinformación de las autoridades rusas sobre este tema.
Se está librando una «batalla de los relatos» a escala internacional sobre quién es el responsable de la crisis alimentaria y energética mundial, como quedó claro en la última reunión de ministros de Asuntos Exteriores del G20. Pero la verdadera solución es poner fin a la guerra y esto solo puede lograrse con la retirada rusa de Ucrania. Sigo recordando a todos nuestros socios internacionales que el respeto de la integridad territorial de los Estados y la abstención del uso de la fuerza no son principios occidentales o europeos, sino la base de todo el Derecho internacional y Rusia los está pisoteando alegremente. Aceptar tal violación abriría la puerta a la ley de la selva a escala global.
Europa debe convertirse en una verdadera potencia
La guerra en Ucrania pone de manifiesto que, en contra de lo que muchos pensaban más bien ingenuamente hace unos años, la interdependencia económica no garantiza automáticamente unas relaciones internacionales pacíficas. Por ello, Europa debe convertirse en una verdadera potencia, como lo vengo reclamando desde el inicio de mi mandato. Ante la invasión de Ucrania, hemos pasado de los debates a las acciones concretas, demostrando que, cuando la provocan, Europa puede responder. Como no queremos entrar en guerra con Rusia, las sanciones económicas y el apoyo a Ucrania constituyen el eje de esta respuesta. Y nuestras sanciones están empezando a surtir efecto y lo harán aún más en los próximos meses.
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