Speech by HRVP in La Toja

HR/VP Josep Borrell at the Foro Atlántico "La Toja" on how the war against Ukraine has changed Europe.

Este es un momento para que Europa despierte.

Europa se construyó como un proyecto de paz entre los europeos y, afortunadamente, este objetivo ya está cumplido.

Pero para construir este proyecto de paz, Europa quiso obviar el concepto de poder y lo sustituyó por el comercio y el derecho.

Sustituimos el poder por una relación pacífica que el comercio construye y que el derecho sostiene.

Y hoy nos damos cuenta de que la interdependencia por sí sola no garantiza la paz porque vivimos en un mundo donde el poder, la relación de poder, se presenta cada vez de manera más desnuda y brutal.

Hemos leído mucho a Kant y poco a Hobbes.

Y ahora nos damos cuenta de que la unidad difícilmente construida con acuerdos alambicados, no basta.

Nos damos cuenta de que los europeos tenemos que construir una nueva relación con la idea de poder.

No basta con ser un poder blando, no basta con ser un soft power.

Necesitamos también tener elementos del poder coercitivo.

No queremos dejar de ser un instrumento al servicio de la paz, pero también debemos ser capaces de afrontar situaciones de guerra.

Y esas son palabras a las que la sociedad europea no está acostumbrada, porque nos hemos instalado gustosamente en la paz.

Sé lo que me cuesta que algunos países europeos quieran participar en nuestras misiones militares por el mundo, aunque sean misiones que no son de combate, sino de ayudar a que otros combatan.

Hemos de comprender que la interdependencia económica no basta para garantizar la paz y que disponer de instrumentos militares no es un capricho, no es algo que hay que reducir a la mínima expresión, sino que es necesario e imprescindible para la supervivencia.

Para comerciar hacen falta al menos dos, pero para hacer la guerra basta con uno.

Y este uno está dispuesto a hacerla, la ha hecho y la va a continuar haciendo.

Permítanme, pues, que intente explorar cuáles son los significados de esta guerra, en qué nos está cambiando y cómo podemos salir de ella.

Pensábamos que la guerra había desaparecido de nuestro espacio. Hacía más de 30 años que no la teníamos. Desde las guerras de la antigua Yugoslavia que no teníamos guerra.

Y ahora tenemos una guerra de alta intensidad con tanques, misiles, aviones, infantería, trincheras.

Una guerra desencadenada por un miembro del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas que tiene la fuerza nuclear y con un objetivo muy preciso, que es liquidar y despiezar a Ucrania e integrarla forzosamente a Rusia.

Es verdad que Rusia y Ucrania han mantenido relaciones históricas y culturales durante mucho tiempo, que Ucrania es la cuna incluso de la propia Rusia y de la religión ortodoxa, y que tienen lazos culturales e históricos intensos y complejos a lo largo de los siglos.

Pero ¿eso le da a Rusia el derecho a agredir y anexionar a Ucrania?. Ciertamente no, porque si tal fuera el caso, ¿cuántos podrían reclamar ese derecho en base a la historia pasada?

Además, en 1994, Rusia firmó el memorándum de Budapest en el que se comprometió solemnemente a garantizar la integridad territorial de Ucrania.

Entonces, ¿por qué Rusia agrede a Ucrania?

Porque desde finales del hundimiento del imperio soviético, Rusia tiene, vive un problema existencial y un sentimiento de humillación con respecto al Oeste.

Su sistema político e ideológico se hundió como un castillo de cartas. Su economía fue privatizada y el Estado también fue privatizado porque fue devorado por los oligarcas.

Putin propone al pueblo ruso el trato de “Tú no te metas en política y yo te garantizo bienestar, porque tengo una enorme riqueza petrolera y gasista”.

Y eso ha funcionado durante años y ciertamente ha construido, gracias a los hidrocarburos, una potencia militar.

La economía rusa hoy es de la talla de Italia en términos globales pero en términos per cápita es tres veces menor.

Ha construido una potencia a partir del petróleo y del gas. Ha reforzado su influencia exterior vendiendo armas e inmiscuyéndose y participando en todos los conflictos en los cuales pudiera representar un problema para Occidente.

Putin no trata de recrear la Unión Soviética. Sabe que nadie desea que vuelva el comunismo. Por el contrario, él se apoya en algo, en un argumento que es mucho más inagotable, que nunca pasa de moda y que es muy atractivo. Y que se llama el nacionalismo. En eso se apoya Putin y muchos aquí sabemos cuáles son las consecuencias del nacionalismo exacerbado.

Es un nacionalismo que se estructura en torno al recuerdo más o menos mítico de lo que fue la Rusia de los zares o más recientemente, de la Rusia soviética, incluso del pacto germano ruso de 1939, semilla de la Segunda Guerra Mundial y que Moscú se celebra solemnemente cada año.

Hay una gran diferencia con respecto a China. China también tiene un sentimiento de resentimiento hacia Occidente. China recuerda muy bien la humillación y el despiece que sufrieron cuando perdieron la revolución industrial. Las guerras del opio.

Lo saben de sobra, pero el resentimiento china hacia Occidente se expresa de otra manera. China sabe muy bien que para competir con Occidente tiene primero que tener las armas de la economía y de la tecnología.

Y lo están haciendo. Y lo están haciendo, por cierto, muy bien, pero Rusia nunca lo ha conseguido y ese es su drama.

Y lo que no consigue por lo económico y lo tecnológico, ahora intenta conseguirlo por la violencia armada.

Y la pregunta es: cuando el fracaso militar sea una realidad, qué pasará con Rusia?

La guerra no le está yendo bien a Putin.

Estoy seguro de que nunca hubiera podido imaginar que siete meses después de lanzar la invasión estaría retrocediendo. Por el contrario, estaba convencido que en dos semanas tomaría Kyiv y que instalaría un régimen independiente exactamente como tiene con Lukashenko.

En Bielorrusia tal cosa no ha ocurrido. Y ¿por qué? Sobre el papel, el ejército ruso es un ejército extremadamente poderoso y ha demostrado una enorme debilidad.

¿Por qué? Por su falta de capacidad de mando y control.

Rusia ha perdido 14 generales en lo que va de guerra. Eso ha demostrado una debilidad intrínseca, que es la que sufren los ejércitos de los sistemas autoritarios en los que nadie le cuenta la verdad al jefe supremo.

En todo caso, la guerra está hoy en una fase nueva, diferente, porque el avance ucraniano se enfrenta a dos decisiones tomadas por Rusia:

300.000 soldados serán llamados a filas. Ya veremos cuál es la efectividad de estos nuevos reclutas

- y la amenaza claramente expresada de utilizar el arma nuclear de nuevo reiterada

Putin tampoco se esperaba la reacción europea.

Estaba demasiado convencido de que nuestra dependencia energética de Rusia nos impediría actuar y que nuestras divisiones nos impedirían actuar.

La mayoría de los países del Este y del Báltico, es decir, los que han sufrido a Rusia a lo largo de la historia, siempre han tenido una actitud extremadamente desconfiada e incluso defensiva.

Y hay que reconocer que tenían razón.

Desde el otro extremo de Europa, los portugueses, los españoles, los que estamos lejos del frente, si puedo decirlo así, no tenemos ningún problema especial con Rusia.

Y los de Europa central como Alemania habían tejido con Rusia una red de interdependencias económicas visualizada en el gas porque creían que esta era la forma más segura de asegurar la paz con Rusia.

Y ahora? Ahora hay que reconocer que ese fue un grave error estratégico.

Desde que acabó la Guerra Fría, en Europa hemos estado viviendo de los dividendos de la paz.

Y los dividendos de la paz los hemos cobrado de dos partes.

De una parte porque los Estados Unidos nos suministraban la seguridad militar. Y cuando se firmó el primer contrato de suministro de gas, nos advirtieron de que estábamos generando una dependencia que podía ser letal. Y, a pesar de todo, continuamos.

No hay más que ver la red de gasoductos que va desde las penínsulas del Ártico hasta el corazón de Europa.

Pero esta dependencia NO nos ha impedido hacer frente a Rusia.

Y Putin no imaginó que en vez de ser él el que cortaba el gas, hemos sido nosotros los que hemos decidido dejar de usar su petróleo, su carbón y su gas.

De aquí a fin de año pondremos fin a las compras de petróleo.

Y antes de la guerra, Rusia nos suministraba el 40% del gas que importábamos. Y ahora sólo es el 10%.

Algunos no pueden reducir nada porque nada consumen porque la pobreza energética es una realidad.

Pero todos los que podemos incluyendo las autoridades públicas debemos hacer el esfuerzo necesario para liberarnos de esta dependencia.

También hemos hecho otra cosa que tampoco estaba en el programa, que era utilizar los recursos presupuestarios europeos para financiar armas a un país en guerra.

Afortunadamente teníamos un fondo intergubernamental que administra los Estados, que no está sometido a las normas presupuestarias europeas y que nos ha permitido desembolsar 2.500.000.000 de dólares de euros a fecha de hoy en la compra de armamento para Ucrania.

Pero eso es una parte de la película, porque cada Estado miembro por su cuenta también lo hace y nadie sabe cuánto hace cada uno. Pero tengo una pequeña idea y les aseguro que es mucho más de los 2.500.000.000 comunitarios.

Nuestro esfuerzo militar es mucho, mucho mayor que esta cifra.

Y si a eso le sumamos nuestro apoyo económico más 10 mil millones de euros para contribuir a sostener el presupuesto civil de gastos del Estado ucraniano, nuestra contribución no es ridícula, como algunos dicen. Al contrario, es fundamental y hemos de continuar haciéndola.

Cuando la prensa me pregunta “Y qué más van a hacer?” Pues hay que hacer más de lo mismo, más ayuda militar, más sanciones a Rusia, más y mejor tarea diplomática en el mundo para convencer al mundo de las razones y las consecuencias de esta guerra.

Una guerra que Rusia ha perdido ya en términos morales y políticos y que Ucrania todavía no ha ganado.

Rusia pretendía hacer una guerra relámpago. Y no lo ha conseguido. No lo ha conseguido porque los ucranianos se han defendido, pero se han podido defender gracias a nuestro apoyo militar.

En el mes de enero, cuando visité la línea de frente en el Donbass, cuando ya sonaban los tambores de guerra, cuando Ucrania estaba ya esperando el ataque, su primer ministro me dijo

que cuando Rusia ataque, ustedes no vendrán a defendernos, pero por lo menos dennos las armas con las cuales podamos hacerlo por nosotros mismos.”

 Y eso es lo que hemos hecho, y eso es lo que tocaba hacer.

Y nos resulta costoso. Pero sería mucho más costoso en términos políticos y económicos si Rusia hubiese conseguido invadir, despiezar y dominar Ucrania, porque la amenaza que representaría para nuestra seguridad sería mucho mayor.

Otra cosa para la que ha servido la guerra, y no hay mal que por bien no venga, es para que Europa despierte y entienda, como ya decía al principio que Europa debe integrar la guerra en su horizonte existencial y debe modernizar sus Fuerzas Armadas.

Porque hoy tenemos muchas duplicidades y redundancias entre nuestros 27 ejércitos. Todos juntos gastamos en defensa cuatro veces lo que se gasta Rusia, cuatro veces. Seguramente no con la misma eficacia.

Y tanto como se gasta China.

Pero 27 presupuestos y 27 ejércitos sumados no hacen uno. Hay muchas cosas duplicadas y otras que no tenemos.

Tenemos redundancias y gaps. No tenemos capacidades de refueling, no tenemos drones y nos hemos quedado sin municiones bastante aprisa.

Necesitamos un proceso de rearme que se haga de una manera coordinada. De lo contrario, podemos derrochar mucho dinero público.

Y esa es también la tarea que me corresponde hacer a mí, intentando, desde los organismos que tenemos, planificar un desarrollo militar, tanto desde el punto de vista industrial como operativo, que nos permita coordinars nuestras capacidades militares.

Eso reforzará la OTAN y nos hará más fuertes a nosotros. Es importante señalar la importancia de que nuestro rearme no se haga de forma descoordinada, como hicimos nuestro desarme en la anterior crisis financiera.

Y una última palabra para situarnos frente al resto del mundo.

. En las Naciones Unidas, 140 países condenaron a Rusia, pero hubo muchas abstenciones.

En el Consejo de Seguridad, Brasil e India se abstuvieron en la condena de la anexión por parte de Rusia de los territorios ucranianos.

Eso quiere decir que no todo el mundo ha entendido bien cuáles son las causas, pero han entendido muy bien cuáles son las consecuencias de la guerra, porque las consecuencias se sufren.

Los empresarios me dicen que no pueden mantener funcionando las fábrica con este precio del gas. Conozco muy bien las consecuencias. Como el presidente de la República Africana que me dice no puedo sembrar porque no tengo fertilizantes. Las consecuencias se palpan, se viven, se sufren.

Y Rusia se ha esforzado mucho en convencer al mundo de que las consecuencias de la guerra no son consecuencias de la guerra, sino consecuencia de nuestras sanciones económicas.

Y eso es absolutamente falso.

Y ciertamente la gente, mucha gente en el mundo, a nivel individual y a nivel institucional, reciben el relato de que los responsables somos nosotros.  

La batalla del relato es una batalla que también debemos ganar.

Las batallas se ganan en el campo de batalla con armas por los que luchan y se ganan en el campo de las ideas por los que tenemos la palabra.

Los diplomáticos no luchamos con armas, pero luchamos con palabras y tenemos que reforzar nuestro esfuerzo para lo que hoy se llama el Global South.

Todo el mundo habla del Global South, es decir, los países que no están ni comprometidos ni alineados, que no quieren seguirnos, que no están con Rusia pero tampoco quieren manifestarse en contra de ella.

La guerra ha traído consigo una crisis de alimentos y una crisis energética que nosotros sufrimos, pero les aseguro que hay países que la sufren mucho más.

La alimentación representa el 15% de nuestro presupuesto y el 40% del presupuesto medio de un africano.

El aumento de los precios lo sufren mucho más los más pobres.

Nosotros estamos llenando nuestros stocks de gas y lo hemos conseguido.

Pero hemos quitado 60 billones de metros cúbicos del mercado internacional de gas licuado. Eso quiere decir que lo hemos quitado a alguien que ya no lo consume porque nosotros podemos pagar más caro. Y eso también altera equilibrios políticos y crea resentimiento.

Miremos la realidad de frente. Tenemos una capacidad económica muy grande, pero no todo el mundo tiene la misma que nosotros.

El mercado del gas está extraordinariamente tensionado.

A corto plazo es muy difícil aumentar la oferta de gas y por lo tanto, nosotros no solamente tenemos que renunciar al gas ruso como parte del proceso de transición ecológica y porque el mercado mundial de gas no va a ser capaz de atender a todos los demandantes.

En el discurso del Global South se refleja el viejo resentimiento histórico antiimperialista en América Latina y anticolonialista en África.

Nos dicen que Rusia no es el único que ha invadido a otros. Ustedes también lo hicieron.

Hay quienes recuerdan que Rusia fue un gran apoyo en las luchas de liberación de la independencia en África.

Estas cosas debemos de entenderlas, hemos de comprenderlas, incorporarlas en nuestra estructura mental y dialéctica cuando tratamos con los demás.

Esa es una batalla que también tenemos que ganar, porque tenemos suficientes argumentos para hacerlo, pero a costa de comprometernos mucho más con el resto del mundo.

Y esta sería la última lección que los europeos tendríamos que aprender de esta guerra.

Nuestra unidad y el ser capaces de superar las diferencias por medios pacíficos nos hace atractivos para América Latina, por ejemplo, que busca las formas de integración regional o para África.

Debemos hacers esfuerzo, no sólo en la ayuda clásica al desarrollo, sino también en tratados comerciales más justos y en una inversión más orientada a promocionar las capacidades económicas de esos países.

Esta es una guerra multidimensional.

Se libra los campos de batalla, se libra en las redes de comunicación, se libra en el campo de las ideas y en el impulso que va a provocar el movimiento de personas y se suma a los efectos del cambio climático.

Si ustedes van al Cuerno de África, verán que el efecto devastador del cambio climático se suma al no menos devastador de la falta de alimentos.

20 millones de toneladas de trigo bloqueados en Ucrania. Es mucha gente que ha muerto de hambre.

Y otros se librarán de morir, porque gracias al Pacto de las Naciones Unidas y de Turquía, ese grano será desbloqueado y llegará.

Para algunos llegará tarde y para otros todavía no, pero las consecuencias geopolíticas de la guerra son tan importantes como la guerra misma.

Putin también cree que las democracias son débiles, que nuestros sistemas de opinión pública van a flaquear, que cuando llegue el invierno, el general invierno que siempre ha salvado el ejército ruso cuando estaba en dificultades, cuando llegue el invierno y tengamos frío, él ganará.

Quién no quiere parar la guerra. Pero ¿cómo se acaba la guerra? La guerra hay que acabarla bien para poder construir la paz.

La guerra no puede acabar simplemente por la fatiga de los occidentales en el apoyo a Ucrania.

La guerra tiene que acabar:

- con que Ucrania pueda defender su integridad territorial.

- con que Rusia pague los efectos de la destrucción y

- con que en, términos políticos, reconozca su culpabilidad moral.

Debemos utilizar las consecuencias de la guerra para construir una relaciones de seguridad más firmes. Sé que eso va a ser muy difícil, pero no podemos pedir menos. No podemos flaquear.

Porque lo que está en juego es mucho más que la integridad territorial de Ucrania. Es, a fin de cuentas, nuestro modelo de vida.

Muchas gracias.

Versión abreviada