Eliminación de la violencia sexual en los conflictos: Declaración conjunta del alto representante de la UE, Josep Borrell, y de la representante especial de las Naciones Unidas sobre la Violencia Sexual en los Conflictos, Pramila Patten
El 20.º aniversario de la Resolución 1325 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas debería marcar un hito revolucionario en la agenda sobre las mujeres, la paz y la seguridad. En lugar de ello, la pandemia de COVID-19 ha puesto en peligro los avances logrados hasta la fecha, en particular para quienes han sobrevivido a la violencia sexual relacionada con los conflictos en lugares en los que proliferan los combates y la gobernanza es débil, así como para quienes corren el riesgo de sufrirla.
En el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia Sexual en los Conflictos, las Naciones Unidas y la Unión Europea aunamos nuestras voces para pedir a la comunidad internacional que acelere sus esfuerzos para erradicar la lacra de la violencia sexual y de género.
Las implicaciones de la pandemia de COVID-19 son muchas y profundas en todo el mundo. La pandemia supone una grave amenaza para el mantenimiento de la paz y la seguridad y aumenta los riesgos de violencia. Entraña riesgos especialmente devastadores para las mujeres y las niñas que se encuentran en contextos frágiles y de conflicto, y crea unas condiciones que pueden empeorar la situación de violencia contra mujeres y niños, en particular la violencia sexual y la violencia doméstica. Las víctimas de violencia sexual relacionada con los conflictos son de las que más sufren las consecuencias de la pandemia. La respuesta a la pandemia y las medidas de recuperación que adoptemos tienen que estar basadas en el pleno respeto de los derechos humanos de todos y prestar una atención especial a sus necesidades y preocupaciones.
Las voces de quienes han sobrevivido a la violencia sexual relacionada con los conflictos corren el riesgo de ser silenciadas y olvidadas. Las medidas actuales de confinamiento impiden el acceso de esas personas a servicios esenciales, tales como los servicios de seguridad, protección y salud sexual y reproductiva, y les suponen un obstáculo para reclamar justicia. La pandemia está teniendo un impacto negativo a la hora de dar una respuesta dentro del Estado de Derecho, en particular en lo relativo a la rendición de cuentas por violencia sexual relacionada con los conflictos. Por ejemplo, esta situación impide a las fuerzas y cuerpos de seguridad investigar incidentes de violencia sexual, y a las autoridades judiciales, conocer causas.
Las cuarentenas y demás medidas de confinamiento están perturbando el trabajo de los órganos de las Naciones Unidas cuando se trata de recoger información, verificar violaciones y reforzar el cumplimiento por las Partes estatales y no estatales de las obligaciones internacionales, incluida la prohibición sobre la violencia sexual relacionada con los conflictos. Nos hemos comprometido a seguir reforzando la labor que realizan esos órganos para atenuar el impacto de la pandemia en la vida de quienes han sobrevivido a la violencia sexual relacionada con los conflictos, especialmente ayudándoles a reconstruir sus vidas y medios de subsistencia.
Tiene que producirse un cambio en las actitudes sociales a todos los niveles. Para ello, hay que garantizar que se escuche a quienes han sobrevivido a esa violencia y también a quienes están en peligro de sufrirla, y velar por que las mujeres participen en los procesos de toma de decisiones y consolidación de la paz. Hoy más que nunca, los gobiernos tienen que ser transparentes, reactivos y responsables. La sociedad civil, las organizaciones internacionales y regionales, los defensores de los derechos humanos, las personas que contribuyen a la consolidación de la paz y los líderes tradicionales y religiosos, los medios de comunicación y el sector privado desempeñan un papel esencial para poner en tela de juicio las normas de género dañinas que perpetúan la violencia sexual.
El día de hoy renovamos nuestro compromiso por trabajar juntos para prevenir la violencia sexual relacionada con los conflictos, proteger a sus víctimas, poner fin a la impunidad de sus autores, y garantizar a quienes han sobrevivido el acceso a la justicia, la reparación y la compensación. Sus voces deben guiar nuestros esfuerzos para garantizar unas sociedades más seguras, justas y pacíficas.