G20: tiempos difíciles para el multilateralismo

«La batalla mundial de los relatos sobre la guerra de agresión contra Ucrania está en pleno apogeo, y por ahora no estamos ganando. Debemos seguir esforzándonos para convencer a nuestros socios, aunque siendo igualmente sensibles a sus necesidades.»
Acabo de volver de dos días intensos de «citas diplomáticas rápidas» en torno a la reunión de ministros de Asuntos Exteriores del G20 en Indonesia. Una de las ventajas de estas reuniones es que puedes reunirte con muchos colegas en un breve período de tiempo. Así, además de participar en las sesiones plenarias, también me reuní con mis homólogos de China, India y otros países latinoamericanos, asiáticos y africanos.
En términos abstractos, todos estamos de acuerdo en defender principios como la soberanía territorial y la abstención del uso de la fuerza. Sin embargo, al ir a lo concreto suelen aparecer las diferencias; por ejemplo, en lo que respecta a las consecuencias de la guerra no provocada de Rusia contra Ucrania.
La principal conclusión es que, en términos abstractos, todos estamos de acuerdo en la necesidad del multilateralismo y en la defensa de principios como la soberanía territorial y la abstención del uso de la fuerza. Sin embargo, al ir a lo concreto suelen aparecer las diferencias; por ejemplo, en lo que respecta a las consecuencias de la guerra no provocada de Rusia contra Ucrania. La cruda verdad es que los intereses nacionales a menudo tienen mayor peso que los compromisos con los grandes ideales.
Antes de profundizar en esta cuestión, permítanme resumir brevemente en qué me centré durante las sesiones ministeriales. Durante nuestra primera sesión, titulada «Multilateralismo», hubo un amplio consenso en que el sistema multilateral se encuentra bajo una presión nunca vista. Existe un déficit de multilateralismo en un momento en que lo necesitamos, principalmente debido al aumento de la política de poder. Y, si bien llevamos años siendo testigos de esta tendencia, la guerra de Rusia contra Ucrania ha llevado esta evolución a un nivel completamente nuevo. Esta guerra no provocada constituye una flagrante violación del Derecho internacional que contraviene los principios básicos de la Carta de las Naciones Unidas y pone en peligro la recuperación económica mundial. De nuevo insistí en que no se trata de una «guerra europea», sino de un conflicto internacional que afecta a todo el mundo. Ante la agresión, nadie puede ser neutral. Nadie puede vivir con seguridad en un mundo en el que se normalice o tolere el uso ilegal de la fuerza.
Existe un déficit de multilateralismo en un momento en que lo necesitamos, principalmente debido al aumento de la política de poder. Y, si bien llevamos años siendo testigos de esta tendencia, la guerra de Rusia contra Ucrania ha llevado esta evolución a un nivel completamente nuevo.
Durante la segunda sesión, «Abordar la seguridad alimentaria y energética», a pesar de la existencia un amplio acuerdo sobre la necesidad de resolver esta doble crisis, los ministros discreparon sobre cómo abordar esta cuestión y quién es responsable de los retos actuales (y futuros). Insistí una vez más en que, a pesar de toda la propaganda y las mentiras procedentes del Kremlin, esta crisis alimentaria no está provocada por la UE ni por las sanciones internacionales. No aplicamos sanciones al sector agrícola de Rusia ni prohibimos las importaciones de productos agrícolas o fertilizantes rusos, ni el pago de tales productos. La guerra de agresión de Rusia contra Ucrania está agravando drásticamente la crisis alimentaria.
Rusia ha invadido uno de los graneros del mundo, convirtiendo las rutas de transporte del mar Negro en una zona de guerra. Se trata de un intento deliberado de utilizar los alimentos como arma contra los países más vulnerables del mundo, especialmente en África.
Rusia ha invadido uno de los graneros del mundo, convirtiendo las rutas de transporte del mar Negro en una zona de guerra y bloqueando veinte millones de toneladas de cereales en los silos ucranianos. Se trata de un intento deliberado de utilizar los alimentos como arma contra los países más vulnerables del mundo, especialmente en África. Según las Naciones Unidas, hoy en día 1 200 millones de personas, una de cada seis en todo el mundo, están sometidas a una «tormenta perfecta» porque se encuentran muy expuestas a la combinación de la subida de los precios de los alimentos, el aumento de los precios de la energía y el endurecimiento de las condiciones financieras. En el sector de la energía, las verdaderas causas de los elevados precios y de las tensiones del mercado son la escasez artificial de la oferta, especialmente de gas, provocada una vez más por Rusia. Por supuesto, debemos actuar como UE y como comunidad internacional para hacer frente a las crisis alimentarias y energéticas; sin embargo, la solución más rápida sigue estando en manos de un hombre, el presidente Putin, que tiene el poder de poner fin a su guerra sin sentido y de evitar un desastre alimentario y energético mundial.
Comprender mejor la posición de los distintos países
Debatir estas cuestiones durante las dos sesiones y mis reuniones bilaterales me permitió comprender mejor la posición de los distintos países. De hecho, en la votación de marzo en la Asamblea General de las Naciones Unidas, 140 Estados condenaron la agresión rusa y ningún miembro del G20, aparte del agresor, se opuso a la resolución. Pero los puntos de vista difieren radicalmente en lo relativo a cómo avanzar y a las consecuencias de la guerra. El G7 y los países afines están unidos a la hora de condenar y sancionar a Rusia, y de intentar exigir responsabilidades al régimen. Pero otros países, y podemos hablar aquí de la mayoría del «Sur Global», a menudo adoptan una perspectiva diferente.
En principio, todo el mundo condena el ataque a la integridad territorial y la soberanía de un país. Pero, cuando se trata de nombrar al agresor y de señalar al responsable de las consecuencias, muchos son reticentes por diferentes razones. Algunos están más preocupados por las consecuencias de la guerra para ellos mismos que por quién es responsable de estas dificultades y por cómo poner fin a esta guerra; otros se quejan de «dobles raseros» o simplemente quieren preservar sus buenas relaciones bilaterales con Rusia. Y muchos siguen siendo ambiguos y no quieren tomar partido, ya que hacerlo pondría en peligro sus intereses geopolíticos.
La batalla mundial de los relatos está en pleno apogeo, y por ahora no estamos ganando. Como UE, tenemos que seguir trabajando para refutar las mentiras rusas y la propaganda de guerra. También tenemos que ayudar de manera concreta y visible a los más afectados por la guerra de Putin.
La batalla mundial de los relatos está en pleno apogeo, y por ahora no estamos ganando. Como UE, tenemos que seguir trabajando para refutar las mentiras rusas y la propaganda de guerra, dejando claro quién es responsable de la agresión y, por tanto, de sus consecuencias. También tenemos que mostrar solidaridad con la víctima, es decir, Ucrania, al tiempo que ayudamos de manera concreta y visible a los más afectados por las consecuencias de la terrible guerra de Putin, pero que de algún modo buscan ayuda en Rusia.
El desarrollo de la propia reunión del G20 fue bastante revelador
El desarrollo de la propia reunión del G20 fue bastante revelador. Siempre nos tomamos en serio nuestro compromiso multilateral y mostramos respeto por las opiniones de los demás. Pero Rusia no actuó así. El ministro de Asuntos Exteriores Lavrov abandonó la reunión del G20 justo después de su intervención en la primera sesión. Ni siquiera se molestó en escuchar lo que tenían que decir los demás. Esa decisión refleja a la perfección cuánto le importan realmente a Rusia los foros multilaterales. Espero que algunos miembros del G20 que no quieren definirse con respecto a la guerra en Ucrania hayan tomado buena nota.
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